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A unos días del 209 aniversario del grito de independencia, seguramente ya estarás haciendo los últimos preparativos para festejar con la familia y los amigos. Pero, ¿conoces la historia detrás de cinco platos ad hoc para celebrarlo? Acá te la contamos.
Chile en nogada
De acuerdo con la leyenda popular, nació en la cocina del célebre convento de Santa Mónica, en Puebla, para honrar a Agustín de Iturbide quien, tras la firma de los Tratados de Córdoba que significaron la consumación de la independencia, llegó a la también llamada Ciudad de los ángeles el 28 de agosto de 1821, fecha que coincidía además con la celebración de su santo. Se dice que los ingredientes fueron seleccionados intencionalmente para estar en sintonía con los colores de la bandera trigarante.
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Mole
En todo el país existen innumerables variantes de este platillo cuyo origen comúnmente suele situarse en las cocinas conventuales de la época colonial. Aunque en estas se perfeccionó, la realidad es que ya era consumido desde tiempos prehispánicos. De hecho, gracias a las minuciosas descripciones de Fray Bernardino de Sahagún, plasmadas en la Historia general de las cosas de la Nueva España, sabemos que se servían distintas clases de chilmollis (que traducido del náhuatl significa salsa o guiso a base de chiles) con aves, insectos, pescados y anfibios.
Pozole
Verde, rojo, blanco e incluso negro, este plato prehispánico es protagonista indiscutible de las mesas mexicanas. Sin embargo, en sus inicios poseía un profundo sentido religioso y ritual asociado con deidades como Xipe Totec (nuestro señor desollado) o Tonatiuh (el Sol). Muchas son las crónicas de aquella época (incluidas por supuesto las de Sahagún) que aluden al pozolli y no precisamente elogiándolo, pues era preparado con carne de prisioneros sacrificados. Para evitar la antropofagia, es bastante lógico que los españoles introdujeran como sustituto a la carne de cerdo.
Cochinita pibil
Icono de la gastronomía yucateca, la cochinita pibil también tiene hondas raíces prehispánicas. El nombre de pib hace referencia al horno con piedras calientes excavado en la tierra donde originalmente se cocinaba carne de venado, pecarí o faisán (reemplazado después por cerdo o lechón) y cuya elaboración estaba relacionada con el U janal pixano’ob o Hanal Pixan, es decir, la comida ofrecida a las ánimas durante la celebración del día de muertos.
Jericalla
Pariente cercana del flan, se afirma que surgió por accidente, durante el siglo XIX, cuando la monja encargada de la cocina del Hospicio Cabañas en Guadalajara olvidó el postre en el horno hasta quemar la superficie, pero cayó en la cuenta de que el sabor mejoraba y decidió bautizarlo como jericalla evocando el nombre de su pueblo natal, Jérica, ubicado en la Comunidad Valenciana, al sureste de España. Otra versión afirma que la religiosa, llamada Jenara Caracalla, modificó una receta francesa y que los niños del hospicio la nombraron jericalla en su honor.